Uso de enjuagues bucales en la práctica odontológica

Uso de enjuagues bucales en la práctica odontológica

Los enjuagues bucales (antisépticos bucodentales) son soluciones o líquidos utilizados en el mantenimiento de la salud bucal por varias razones: para refrescar el aliento, como tratamiento para la reducción de infecciones y control de microorganismos, como elemento de prevención y control de la enfermedad caries dental, para reducir la formación de placa en dientes y encías, prevención de las enfermedades periodontales o proporcionar una combinación de estos efectos.

Debido a sus propiedades antisépticas, algunos enjuagues también pueden cumplir una función importante en el control de infecciones dentro de la práctica clínica odontológica.

Según Akande y colaboradores (2004), los componentes promedios de los enjuagues bucales incluyen agua (principal constituyente), etanol, tintes, agentes tensioactivos, cloruro de zinc/acetato, sulfato de aluminio y potasio (astringente), compuestos fenólicos, compuestos de amonio cuaternario y aceites esenciales como el aceite de menta piperita (como agentes antibacterianos), entre otros.

En la década de los 80 se propuso una clasificación de estos enjuagues antimicrobianos en dos categorías basadas en sus cualidades farmacológicas: los de primera generación que pueden eliminar bacterias al contacto, pero de efecto limitado después de su expectoración (por ejemplo, cloruro de cetilpiridinio y sanguinarina) y agentes de segunda generación que tienen un efecto antibacteriano inmediato y de efecto prolongado (por ejemplo, clorhexidina).

Basado en el principio del uso de antisépticos en la piel o membranas mucosas para la reducción del número de microorganismos en la piel para evitar infecciones de tejidos subyacentes, los enjuagues bucales se usan para reducir la cantidad de microorganismos bucales como antisépticos por parte del paciente antes del protocolo de atención clínica. Esta reducción también disminuye la cantidad de microorganismos que pueden escapar de la boca de un paciente durante los procedimientos odontológicos a través de aerosoles, salpicaduras o contacto directo.

El aerosol generado durante las prácticas odontológicas es una fuente potencial de contaminación cruzada en el área clínica. Puede contener bacterias bucales comunes y puede contener bacterias patógenas (tales como Mycobacterium tuberculosis, Legionella pneumophilia y especies de Staphylococcus) y virus (tales como VIH, virus de la hepatitis B, virus de la C, virus del herpes simple, virus de la influenza y rinovirus), entre otros agentes infecciosos hepatitis.

Los aerosoles son partículas líquidas o sólidas de pocos micrómetros de diámetro que permanecen suspendidas en el aire durante períodos prolongados. Muchos procedimientos dentales, como el uso de scalers ultrasónicos, piezas de mano de alta y baja velocidad y jeringas triples, generan aerosol y salpicaduras. Hay evidencia de que el aerosol dental puede alcanzar una distancia de 1 a 3 metros de su fuente.

Diferentes procedimientos como el uso del aislamiento total antes de los procedimientos operatorios o antes del uso de piezas de mano de alta o baja velocidad, el uso de agentes antimicrobianos, la inmunización del personal odontológico, la descontaminación de superficies, esterilización de instrumentos, uso de barreras de protección personal y enjuagues bucales son propuestos para reducir la contaminación cruzada microbiana en el consultorio odontológico.

Se considera Clorhexidina (CHX) en sus diferentes presentaciones incluyendo la presentación de enjuague bucal, se considera como el compuesto estándar en el control de la biopelícula y diseminación microbiana por aerosoles orales debido a su amplio espectro antibacteriano y sustantividad de 8 a 12 horas. Sin embargo, también se han utilizado otros antisépticos como enjuagues bucales previos al procedimiento, como Aceites Esenciales y Cloruro de Cetilpiridinio. Este último tiene una importante actividad antimicrobiana y se considera un producto seguro para su uso y comercialización.

En el metaanálisis presentado por Costa Marui y col (2019), donde evaluaron la eficacia de los enjuagues bucales con clorhexidina, con aceites esenciales, con cloruro de cetilpiridinio y productos a base de hierbas  en 770 artículos potencialmente relevantes y 13 ensayos clínicos aleatorios,  se determinó que los enjuagues bucales con clorhexidina, aceites esenciales y cloruro de cetilpiridinio redujeron significativamente el número de unidades formadoras de colonias (UFC), por lo que el uso de un enjuague bucal previo al procedimiento resultó en una reducción media del número de UFC del 64,8% (95% intervalo de confianza, 50,4% a 79,3%; I2 = 37%) en comparación con el control.

Numerosas investigaciones han demostrado que el uso de enjuagues bucales con antimicrobianos como la clorhexidina, los aceites esenciales y el cloruro de cetilpiridinio previo a los procedimientos clínicos puede reducir en gran medida la cantidad de microorganismos viables y causantes de infecciones cruzadas en el consultorio odontológico, por lo que este uso se debe asumir dentro del protocolo de atención clínica de pacientes en los procedimientos donde se generen aerosoles.